Balzhur

Primer Plan
12.06.08
Intervienen: Angeldust.

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Un pájaro llega volando

Angeldust mira distraida el pájaro.

El pájaro se detiene en el suelo y te mira.

Angeldust apoya las armas a su lado y se acerca con cautela al animal.

Al acercarte, te das cuenta de que lleva un pequeño pergamino atado a la pata.

Con lentitud, Angeldust extiende la mano para coger el pergamino.

Desatas el pergamino de la pata del pájaro y lo desenrollas

Angeldust lee con atención la estilizada caligrafía del papel.

Con un destello deslumbrante, el texto cambia súbitamente y el pergamino crece de tamaño.

En el pergamino se lee:

"Disculpa el destello, tenía que asegurarme que eras la que el semielfo me había indicado. Necesito que hagas algo por mi.
Es una tarea fácil, aparentemente, conseguir un anillo. El problema reside en que el anillo lo lleva Saik van der Waals, el poderoso mercader.
Necesito ese anillo, por motivos que te serán explicados más adelante. Cuando lo consigas, llevalo al lugar donde te reuniste con mi
lacayo."

Cuando terminas de leer, te das cuenta de que el pájaro ya no está.

Frunciendo el ceño ligeramente, Angeldust recoge sus armas escondiendose entre las sombras.

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Esta escena pertenece a Las Casas Nobles. Puedes ver el índice en el enlace.

Sabía que la fuerza bruta no era su mejor arma, sin embargo Angeldust zarandeó a aquel sirviente sabiendo que se intimidaría con poco ‘Cuando tu señor se encierre a la hora del baño, abrirás la puerta de la cocina. Y mas te vale que no me crucé con nadie por el camino’.

El hombrecillo asintió asustado. Sus pequeños ojos de ratón apenas había visto llegar a la mujer embozada en negro que en ese momento lo miraba con mezcla entre furia y odio.


Resguardada entre las sombras del callejón, la montaraz esperó impaciente hasta que la puerta, chirriando por su antigüedad, se abrió. Tras ella, en la penumbra temblaba el hombrecillo. La elfa no pudo evitar que un sentimiento de culpabilidad la recorriese, pero había sido necesario.
Con cuidado de no hacer ningún ruido que la pudiese delatar. Caminó hasta el dormitorio del mercader. Una inmensa cama dominaba la sala, junto a la cual una pequeña mesilla tenía la única lámpara del lugar, y enterrado bajo un centenar de mapas y albaranes un antiguo escritorio, componiendo el escueto mobiliario de la habitación.
Sonriendo triunfal, la elfa guardó el anillo de mercader en uno de sus bolsillos.

Poco sabía la montaraz cuando se encaminaba al restaurante, que aquello no era mas que el principio.