El camino del Combatiente.

Querido Balzhurianos:
Nunca he sido muy bueno escribiendo, y Rilke lo puede atestiguar, pero este camino que estoy recorriendo dista tanto del anterior, que no quiero dejar ningún recodo en el olvido, ya que se augura largo y no me gustaría perderme en algún punto y no poder volver atrás por un despiste. Se que escribiéndolo podré regresar si lo necesito.
Tras haberme consagrado por entero a Arianhrod aparecí en mi casa durmiendo y creí que todo había sido un sueño, pero notaba que el amor por mi diosa se había incrementado de forma asombrosa. Solo había visto ese templo una vez acompañado por Rilke, y ciertamente, no se muy bien donde estaba, pero se que sin la intervención de mi adorada Arianhrod nunca habría encontrado el camino, ella se ayudo de mis recuerdos, ayudándome en sueños a llegar hasta ella para arroparme en sus brazos.
Según salí de casa, la gente me miraba extrañada, y fue cuando note ese aura que desde entonces me sigue como mi sombra. No había andado apenas, cuando al fin entendí mi nueva vida, surgido de la nada, un Combatiente de Necroman (creo que es una gran definición para este tipo de vida) me atacó sin descanso, yo tenia algunos años mas que ella, porque era una mujer la que con tanta furia me atacaba, así que conseguí que huyese pero por una muy corta fracción de tiempo, ya que enseguida volvió a estar contra mi con renovadas energías. Me defendí como pude y no mal, todos sabéis que siempre tuve afición por el combate, pero entre la gente logre ver que se acercaba a la carrera otro combatiente del mismo Dios, que abriéndose paso a empujones me buscaba con la mirada. Acababa de salir de casa y ya me enfrentaba contra dos espléndidos oponentes, que guiados por su Dios se dejaban la piel en demostrarme quien mandaba. Aun esforzándome todo lo que pude me vi en la necesidad de huir y refugiarme en el bosque a meditar sobre como poder seguir con mi vida sin perecer en el intento.
Estaba sumido en unos grandes dilemas, cuando un Combatiente de Arthas, de nombre Exelduin, un guerrero mas experimentado que yo me llamó por mi nombre, le habían llegado noticias sobre mi, y quería enseñarme algo. Yo confiado por naturaleza acepte sonriendo, que error. Jamás me habían dado un paliza como esa, el guerrero manejaba espadas de los Dioses y a cada golpe creaba terremotos que para mi eran insalvables, pero me enseño que sirviendo a un dios siempre debería llevar santuario, y le hice caso.
Cansado de luchar me aleje de Calimhar y fui a Valmorag, pero allí encontré a mi mas terrible rival hasta la fecha, y sin saberlo mi primer gran maestro, Rino, un Paladin del Clan Necromancers, pero Combatiente de Inti por eso tras derrotarme cuantiosas veces, me perdono.
De momento estaba solo ante un sin fin de combatientes muy preparados, y cada vez que tenia que abandonar mi casa o el bosque, sentía una opresión en el estomago y un pequeño malestar que me agarrotaba y me hacia temblar, esta sensación era nueva para mi, creo que es miedo. Entonces busque aliados pues tal vez como yo algunos mas hubieran oído la llamada de sus Dioses y se preparasen para servirlos, cuando Arianhrod me condujo al templo mi nombre era el primero que se escribía desde hacia mucho tiempo, pero ahora podía haber mas. Volví al templo por el camino rápidamente, me daba la impresión de conocerlo de toda la vida, era increíble, mire en el libro y vi nombres conocidos, Zemiall una maga con la que siempre he tenido gran relación ahora era Combatiente de Arianhrod y un joven guerrero Yirkon se había unido al ejercito de Inti. A los dos los conocía, y juntos podríamos afrontar los problemas mejor.
Zemiall se mostró muy contenta de poder luchar junto a mi, al igual que yo deseaba fervientemente su ayuda, y Yirkon no se lo pensó dos veces. En breve, el joven guerrero y yo tuvimos que demostrar que nuestras espadas estaban listas al enfrentarnos contra dos Combatientes de Marduk, de la que salimos derrotados, pero con mas experiencia.
Empezaba a comprender los entresijos de este camino, la debilidad es grande, pues siempre hay quien intenta que te unas a su lucha, pero Arianhrod me protege, y siempre siento su presencia, en todo momento, y espero por mi bien que no me abandone.
Nota:
La vida del Combatiente no dista mucho a la de los Lobos Guardianes, donde se enseña que el fin es lo que cuenta, no importa como se consiga, y que la unión hace la fuerza. Los Combatientes son así, gente superviviente y fuerte, pero que como los lobos viven, cazan y comparten en manada.
Una cosa común a todos ellos es que cuando llegan a determinada edad, todos portan la luz de su Dios como faro. Eso es algo que aun no tengo, pero que se que necesitare para aguantar, ya que lo único que me protege de una muerte segura es un regalo que me hizo mi padre, un tatuaje de guerrero que a cada nivel adquiere mas poder y siempre me ha sido leal.
Los combatientes son gente valerosa que influenciados por el poder de su dios luchan a muerte con honor, y procuran enseñar a los débiles, no con crueldad, si no con la mera realidad la vida que les espera.
Yo aun soy débil, y todos me enseñan. Creo que Arianhrod ha querido que me empiece a preparar, para que cuando llegue el momento este listo para la prueba final.
Espero que todo esto le pueda ir sirviendo a aquellos que noten la llamada de su Dios.
Falkian Caballero Pandion y defensor de Arianhrod
Nunca he sido muy bueno escribiendo, y Rilke lo puede atestiguar, pero este camino que estoy recorriendo dista tanto del anterior, que no quiero dejar ningún recodo en el olvido, ya que se augura largo y no me gustaría perderme en algún punto y no poder volver atrás por un despiste. Se que escribiéndolo podré regresar si lo necesito.
Tras haberme consagrado por entero a Arianhrod aparecí en mi casa durmiendo y creí que todo había sido un sueño, pero notaba que el amor por mi diosa se había incrementado de forma asombrosa. Solo había visto ese templo una vez acompañado por Rilke, y ciertamente, no se muy bien donde estaba, pero se que sin la intervención de mi adorada Arianhrod nunca habría encontrado el camino, ella se ayudo de mis recuerdos, ayudándome en sueños a llegar hasta ella para arroparme en sus brazos.
Según salí de casa, la gente me miraba extrañada, y fue cuando note ese aura que desde entonces me sigue como mi sombra. No había andado apenas, cuando al fin entendí mi nueva vida, surgido de la nada, un Combatiente de Necroman (creo que es una gran definición para este tipo de vida) me atacó sin descanso, yo tenia algunos años mas que ella, porque era una mujer la que con tanta furia me atacaba, así que conseguí que huyese pero por una muy corta fracción de tiempo, ya que enseguida volvió a estar contra mi con renovadas energías. Me defendí como pude y no mal, todos sabéis que siempre tuve afición por el combate, pero entre la gente logre ver que se acercaba a la carrera otro combatiente del mismo Dios, que abriéndose paso a empujones me buscaba con la mirada. Acababa de salir de casa y ya me enfrentaba contra dos espléndidos oponentes, que guiados por su Dios se dejaban la piel en demostrarme quien mandaba. Aun esforzándome todo lo que pude me vi en la necesidad de huir y refugiarme en el bosque a meditar sobre como poder seguir con mi vida sin perecer en el intento.
Estaba sumido en unos grandes dilemas, cuando un Combatiente de Arthas, de nombre Exelduin, un guerrero mas experimentado que yo me llamó por mi nombre, le habían llegado noticias sobre mi, y quería enseñarme algo. Yo confiado por naturaleza acepte sonriendo, que error. Jamás me habían dado un paliza como esa, el guerrero manejaba espadas de los Dioses y a cada golpe creaba terremotos que para mi eran insalvables, pero me enseño que sirviendo a un dios siempre debería llevar santuario, y le hice caso.
Cansado de luchar me aleje de Calimhar y fui a Valmorag, pero allí encontré a mi mas terrible rival hasta la fecha, y sin saberlo mi primer gran maestro, Rino, un Paladin del Clan Necromancers, pero Combatiente de Inti por eso tras derrotarme cuantiosas veces, me perdono.
De momento estaba solo ante un sin fin de combatientes muy preparados, y cada vez que tenia que abandonar mi casa o el bosque, sentía una opresión en el estomago y un pequeño malestar que me agarrotaba y me hacia temblar, esta sensación era nueva para mi, creo que es miedo. Entonces busque aliados pues tal vez como yo algunos mas hubieran oído la llamada de sus Dioses y se preparasen para servirlos, cuando Arianhrod me condujo al templo mi nombre era el primero que se escribía desde hacia mucho tiempo, pero ahora podía haber mas. Volví al templo por el camino rápidamente, me daba la impresión de conocerlo de toda la vida, era increíble, mire en el libro y vi nombres conocidos, Zemiall una maga con la que siempre he tenido gran relación ahora era Combatiente de Arianhrod y un joven guerrero Yirkon se había unido al ejercito de Inti. A los dos los conocía, y juntos podríamos afrontar los problemas mejor.
Zemiall se mostró muy contenta de poder luchar junto a mi, al igual que yo deseaba fervientemente su ayuda, y Yirkon no se lo pensó dos veces. En breve, el joven guerrero y yo tuvimos que demostrar que nuestras espadas estaban listas al enfrentarnos contra dos Combatientes de Marduk, de la que salimos derrotados, pero con mas experiencia.
Empezaba a comprender los entresijos de este camino, la debilidad es grande, pues siempre hay quien intenta que te unas a su lucha, pero Arianhrod me protege, y siempre siento su presencia, en todo momento, y espero por mi bien que no me abandone.
Nota:
La vida del Combatiente no dista mucho a la de los Lobos Guardianes, donde se enseña que el fin es lo que cuenta, no importa como se consiga, y que la unión hace la fuerza. Los Combatientes son así, gente superviviente y fuerte, pero que como los lobos viven, cazan y comparten en manada.
Una cosa común a todos ellos es que cuando llegan a determinada edad, todos portan la luz de su Dios como faro. Eso es algo que aun no tengo, pero que se que necesitare para aguantar, ya que lo único que me protege de una muerte segura es un regalo que me hizo mi padre, un tatuaje de guerrero que a cada nivel adquiere mas poder y siempre me ha sido leal.
Los combatientes son gente valerosa que influenciados por el poder de su dios luchan a muerte con honor, y procuran enseñar a los débiles, no con crueldad, si no con la mera realidad la vida que les espera.
Yo aun soy débil, y todos me enseñan. Creo que Arianhrod ha querido que me empiece a preparar, para que cuando llegue el momento este listo para la prueba final.
Espero que todo esto le pueda ir sirviendo a aquellos que noten la llamada de su Dios.
Falkian Caballero Pandion y defensor de Arianhrod