(ROL) La Libertad para Desobedecer...

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(ROL) La Libertad para Desobedecer...

Notapor Gaulet el 01 Sep 2008 16:58

Darkhaven, un anciano recorre a toda prisa la avenida del dragón, evitando a los guardias y deslizando disimuladamente notas que caen al suelo polvoriento de la ciudad. De aspecto descuidado y ojos de no haber dormido en varias noches, se aferra a su mochila de viaje con fuerza.

Jadeando se detiene en la plaza, apoya las manos en sus rodillas recobrando el aliento, mientras gotas de sudor resbalan desde su barbilla al suelo. Al alzar la vista descubre a una jovencita mirándolo:

- Calma, no sabe nada, haz como si no te mirase – se dice el anciano a si mismo encaminándose al noreste, hacia un acogedor rincón en el bosque.
- Este si es un buen lugar – murmura quitándose las sandalias y sentándose a descansar sobre la hierba.

El murmullo de la fuente invita al sueño y el anciano no puede evitar un lento y pesado parpadeo.
Al abrir los ojos de nuevo, una figura se encuentra delante de él, ocultando la fuente tras de si. Petrificado y antes de que pueda emitir sonido alguno una voz suave escapa de los labios de la jovencita.

- ¿Estáis bien anciano? – se trataba de la joven de la plaza, ahora delante de él, que lo miraba con una mezcla de preocupación y sorpresa.

Al tratar de incorporarse, un pergamino cae silencioso desde la mochila del anciano.

- Mi nombre es Daewen ... – dijo la joven mientras se agachaba a recoger la nota. - ... y esto ... – dijo sosteniendo la nota – es suyo.

El rostro del anciano palideció, y una gota de sudor frío recorrió su espalda, pero aquella chica no había leído la nota y se la tendía de nuevo sonriente. Con mano temblorosa el anciano recogió la nota mirando a su alrededor.

- Tranquilícese anciano, nadie me sigue. Lo he visto antes en la avenida, caminando deprisa y eludiendo encontrarse con los guardias, ¿quién le persigue?
- Ellos nos vigilan
- ¿Ellos? ¿Quiénes son ellos?
- Están por todas partes, ya los has visto
- ¿Los guardias? – El anciano asiente.
- Hace tiempo ya, que nos vigilan - dijo Daewen - tranquilo anciano el simple hecho de que os persigan es suficiente para que me agradéis. Yo también estuve presa por su culpa.

Las palabras resuenan mayores que quien las pronuncian, pero con el peso de la convicción. El anciano mira a los ojos a Daewen diciendo:

- Yo soy Vermeer, y ahora, esta nota si que es para ti. –

La ocupación encubierta, la vigilancia a la que nos someten,
la prohibición de nuestras libertades.
Ciudadanos de Darkhaven despertad, parece que algunos ya se dieron cuenta,
La anexión solo servirá para aumentar los tributos que pagamos con nuestro sudor
y solo unas arcas se verán beneficiadas, las del Emperador de Belthalas.


- Eres muy valiente – dijo la ninfa.
- Si fuese valiente estaría gritando en la plaza, valiente es Emiander, que es quien empezó todo. –
- ¿Emiander? ¿Ese no es el cronista al que buscan?
- Si, pero no un cronista cualquiera, sino el Escriba Imperial.
- Este lugar no es del todo seguro, acompañadme a un sitio menos concurrido – dijo Daewen dirigiéndose al interior del bosque.

Ambos caminaron en silencio hasta llegar a un claro en el bosque.

- Cuéntame algo más sobre ese cronista, anciano.
- Las negociaciones entre los mandatarios de Darkhaven y el Emperador de Belthalas se han detenido debido a una nota aparecida en la Biblioteca Imperial, es por eso por lo que el Emperador ha decretado la prohibición de publicar nuevos escritos en la misma.
- ¿Y quien es el autor?
- Emiander, es por eso por lo que lo buscan.
- No deberíais conspirar en un sitio tan concurrido – dijo un guardia apareciendo desde el interior de la maleza.

Vermeer palidece, un fuerte dolor en su brazo derecho le obliga a llevarse la mano a éste, y todo se vuelve negro. Vermeer cae al suelo desmayado.
Al recobrar el conocimiento, dos figuras borrosas lo observan preocupadas, los contornos adquieren nitidez revelando a Daewen que se inclina interesada por su estado y a una draconiana que se despoja de un atuendo de guardia.

Vermeer mira perplejo a la draconiana.

- Él, es del que te hable – dice Daewen.
- No pretendía asustaros, mi nombre es Natalie, y soy la encargada de velar por la seguridad de Daewen, aunque ella no quiera y trate de despistarme.

Vermeer trata de sonreír.

- Yo soy Vermeer.
- Daewen me puso al día de vuestra misión y os escoltare a la Biblioteca Imperial a revisar esa nota.

Daewen asiente resignada ante las palabras de la draconiana. Con gran esfuerzo el anciano se pone en pie y el grupo se encamina a Ciudad Imperial.

El murmullo del bosque da paso a la transitada Carretera Imperial, carromatos van y vienen cargados de mercancía. Un grupo de guardias custodia la entrada a Belthalas, pero un anciano, una mujer y su escolta no parecen especialmente peligrosos.

El ajetreo de la Avenida del Dragón y el vigor de las dos jovencitas hacen que Vermeer quede atrás engullido por la serpenteante multitud que atesta la avenida principal. Casi sin aliento y empapado en sudor el anciano llega hasta las puertas cerradas del magnífico edificio.

- Por fin... – murmura el anciano mientras empuja la doble hoja de la puerta de la Biblioteca Imperial.

En el interior, la temperatura es considerablemente inferior a la de la calle y la vista tarda unos segundos en acostumbrarse a la escasa iluminación del edificio. Dentro dos figuras examinan las notas en la Sección de Historia.

- No me había percatado de esta nota – murmura Natalie – no me extraña que quieran encontrarlo.

Daewen examina la nota cuidadosamente y asiente.
El anciano se sienta junta a una mesa baja de lectura recobrando el aliento y tosiendo entrecortadamente.

- Sabéis que le hará si lo encuentra, ¿no? – masculla Vermeer apoyando sus manos en las rodillas notablemente fatigado.
- Lo mataran – sentencia Daewen.

Vermeer asiente, mientras que con gran esfuerzo se pone en pie sacudiendo el polvo de su túnica.

- Eso mismo supuse yo al oír al pregonero, cuando bebe mas de la cuenta se le afloja la lengua. – dice.
- Nosotras iremos ala taberna anciano – dijo Natalie – usted, debería quedarse aquí descansando.

El anciano sonrío dirigiéndose a la puerta e hizo un gesto de despedida al bibliotecario.

- Aún le quedan fuerzas a estas viejas piernas - dijo abriendo la puerta, y la luz del mediodía inundo la entrada haciendo desaparecer al anciano.

Algo más tarde en la taberna de Darkhaven, una joven y un anciano charlan en una mesa sobre la reapertura del Teatro de Belthalas. Natalie aparece por la puerta y se sienta junto a Daewen y Vermeer.

- Ahí esta – dijo Vermeer mirando de reojo a un hombre junto a la barra.

El pregonero con la cabeza apoyada en la mano miraba con ojos vidriosos una botella de whisky.

- Llénala – dijo al tabernero, y después de varias copas comenzó su cháchara. - Esshe crRoonisHHta lo va Ha pasar reaLmeente Maal.

Vermeer apretó la mandíbula y su gesto se volvió más duro.

- Cuando escuche a este borracho, me decidí a actuar – susurro Vermeer – aun hay mucho que hacer.

Y dicho esto hizo un pequeño gesto de despedida a sus acompañantes y se dirigió a la puerta perdiéndose entre las calles de Darkhaven.
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