(ROL)Preludios de la Batalla de Eriador

[Daewen]

En ocasiones el destino se vuelve caprichoso y guía nuestros pasos a su antojo, conduciéndonos a lugares donde nunca creímos que alcanzaríamos. Así es como los pasos de seres muy distintos entre si les llevaron a encontrarse.

Todos sentían la misma inquietud desde hacía tiempo, como si en alguna parte algo les llamase con insistencia, reclamándoles para si. Sin embargo, durante un tiempo indefinido ignoraron la llamada, sus amigos, sus compañeros de armas y su mundo, se encontraban en un lugar muy distinto de donde todo su espíritu ansiaba estar.
Llegado un momento, ninguno pudo evitar la creciente inquietud en su interior. Así que sin muchos preámbulos, se despidieron, guardaron tan solo sus objetos más preciados y partieron. Todos caminaron perdidos, guiándose tan solo de su instinto, hasta que una fría mañana se encontraron.

La fortaleza llevaba siglos abandonada, el musgo cubría sus antiguas piedras y el óxido se había apoderado de cada resquicio de metal. Pero aun así, no estaba deshabitada.

-Habéis tardado mucho…casi perdí la esperanza…-dijo una elfa en de largos cabellos rubios sentada sobre una de las rocas caídas.- Debo contaros algo…-y sin que dijese una palabra mas, imágenes acontecidas mucho antes desfilaron ante sus ojos.

Limpió la espada contra su pierna, e ignorando el dolor de su maltrecho cuerpo cruzó las Puertas de Plata. Contaba mas de mil quinientos años, y por fin, iba a morir.

Contempló por última vez la sala que durante milenios había pertenecido a su familia. Las infinitas columnas de mármol blanco, ennegrecidas por las hogueras que habían ardido junto a ellas los últimos meses. Y el suelo de oro que había visto desfilar a reyes y reinas, había cedido su brillo a la mugre que los mercenarios desecharon durante años al servicio de la Señora de la Oscuridad. Y allí estaba ella, sentada en el trono desde donde generaciones y generaciones de Fharen, impartido poder y justicia. El mal hecho mujer. Tan perfecta, que su mera contemplación causaba dolor.

-Anderan...
-Eriador…qué sorpresa…creí que nunca llegarías…-siseó mas que habló, mientras se levantaba con aquellos suaves movimientos que la caracterizaban.

Apenas supo como había logrado acercarse tanto a él. El suave rocé de las sedas negras, y su pausada respiración conseguían embotarle los sentidos.

-Sabía que vendrías…no esperaba menos de ti…Digno hijo de tu padre…- y en su sonrisa se reflejó un mínimo atisbo de su maldad.- sin embargo, es una lástima que no vayas a llegar más lejos… ¿lo sientes? –se burló mientras miraba la herida de su cuello-, ese veneno te está royendo las entradas….Es una pena, -continuó acercándose aún mas- juntos…
La sangré que empapaba sus caros ropajes silenció el veneno de sus palabras.

-Y estaremos juntos…-juró Eriador abrazándola contra él, hasta que la empuñadura se cubrió con el cálido líquido- toda la eternidad…

-Creo que deberíais poneros a trabajar ya…-finalizó señalando a su alrededor-. Este sitio está viejo…os necesita…a todos.