por Micro el 22 Oct 2004 20:54
Aer ahi va xD
Muchos han pasado, algunos se han ido, algunos han partido y regresado, otros han seguido por decadas ahi, si, es el altar de Elbereth. Donde tantas veces se han reunido y puesto de acuerdo los diferentes hijos de iluvatar.
Yo como uno de ellos; aunque las cosas no siempre fueron así. En mi caso en particular, en mis inicios en la vida del combatiente, fui adepto de Horowitz, con los ahora desaparecidos Trovadores, ese fue mi comienzo, ahí experimentados personajes me ayudaron y aconsejaron en esta vida tan dura como es la de un combatiente, ahi, Gargul el Nigromante fue el que me ayudó a sobrevivir. Tiempo después decidí dejar a Horowitz buscando nuevos horizontes, tiempo errante en el que anduve por Darkhaven y sus alrededores, aún Belthalas no era fundada ni se descubrían los demas continentes.
Cuando me sentía listo para volver a la vida del combatiente había varias opciones, sabía que necesitaba recurrir a algun clan, en ese entonces los discipulos del angel oscuro me negaron la entrada, tal vez no era digno de pertenecer a su clan; fue así como llegué al Hall del Limón.
Un clan de los mas antiguos, y eran tiempos de guerra, las peleas en Darkhaven estaban a la orden del día, a toda hora, se veían luchas encarnizadas de todos los clanes, y así fue como levante mis martillos en honor del Gran Limón y empecé a luchar. Fueron pocas mis peleas bajo esa bandera, hubo rencillas raciales y opté por retirarme de ahí; mi salida fue por lo más estrepitosa, enmedio de ataques saqueos y demás. A final de cuentas quede con solo mi luz de los dioses.
Fue ahí cuando Iluvatar me arropó con su manto bondadoso. Por medio de uno de sus hijos fui a postrarme al altar de Elbereth y juré defender su causa. Volví a armarme y vestirme y sali a darkhaven, los tiempos de guerra seguían y rápidamente cobré mi venganza, aquellos que me habían saqueado yacían sus cadaveres enmedio de la plaza y ahí me dí cuenta que había hecho lo correcto, utilizando la ley del talión me dispuse a pagar con la misma moneda, haciendo caso omiso a sus bravatas tome sus pertenencias y las ofrecí como ofrenda para mi deidad.
Los combates continuaron, lucha encarnizada sin cuartel, no había distinciones, al alba sabíamos que la lucha nos esperaba con los discipulos del Gran Limón, mientras que al anochecer sabíamos que la lucha continuaría, pero ahora con los hijos de Necromán, a veces se ganaba, a veces se perdía, pero ese era el gran espíritu que predominaba en todos los combatientes. Pero esos momentos de lucha incansable terminaron, con el gran cataclismo y el descubrimiento de los demás continentes los combates cesaron. La ciudad de Gothiamir y por consiguiente los templos de varios clanes fuimos trasladados al reino de Earand.
Muchos combatientes se retiraron con la division de nuestra tierra media, dando así a una nueva generación de combatientes, los cuales se han adaptado muy bien a la vida de lucha. Hoy en dia sigo combatiendo, con mis multiples facetas, he visto como nuestro antiguo rey LordDuende ha abdicado para darle paso a Artemiz, quien nos ha llevado por la senda de la sabiduría.
No soy una blanca paloma, me he manchado las manos de sangre inocente, así como saqueos a combatientes inexpertos, pero todo tiene un porque y un motivo, nosotros los hijos de Iluvatar seguiremos combatiendo mientras tengamos rivales siempre satisfaciendo nuestra necesidad de lucha. No considero a nadie mi enemigo; pero acostumbro pagar con la misma moneda y pocas veces olvido una afrenta.
Por lo pronto seguire canturreando por la tierra media, siempre en busca de lucha, seguiré platicando mis crónicas para cualquiera que desee oirlas, como la anécdota del hobbit que desafió a los dioses.
Un saludo a los demás combatientes.